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Hasta hoy día la gestión del agua de lluvia se limita en España prácticamente a la recogida
mediante canalones y el envío a la red pública de alcantarillado.
¡Un sistema doblemente erróneo!
El agua de lluvia es agua blanda. Tratándola adecuadamente se puede usar en
viviendas para alimentar la lavadora (ahorrando mantenimiento y buena cantidad de detergentes) y
en otros edificios para inodoros, riegos, etc.
Con el aumento de superficies selladas (tejados, calles, etc.) en los últimos años se hace
cada vez más visible el error de este sistema.
El agua, en vez de penetrar en el suelo donde recarga los acuíferos subterráneos,
se envía (a través de depuradoras) a los arroyos y ríos más próximos.
El resultado es devastador. Los acuíferos se recargan cada vez menos y en caso de lluvias
torrenciales se sobrecargan los ríos produciendo inundaciones y erosión.
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